Santo Tomás de Aquino
(Llamado Doctor Angélico; Roccaseca, actual Italia, 1224 - Fossanuova,
id., 1274) Teólogo y filósofo italiano. Hijo de una de las familias
aristócratas más influyentes de la Italia meridional, estudió en Montecassino,
en cuyo monasterio benedictino sus padres quisieron que siguiera la carrera
eclesiástica. Posteriormente se trasladó a Nápoles, donde cursó estudios de
artes y teología y entró en contacto con la Orden de los Hermanos Predicadores.
En 1243 manifestó su deseo de ingresar en dicha Orden, pero su familia se opuso firmemente, e incluso su madre consiguió el permiso de Federico II para que sus dos hermanos, miembros del ejército imperial, detuvieran a Tomás. Ello ocurrió en Acquapendente en mayo de 1244, y el santo permaneció retenido en el castillo de Santo Giovanni durante un año. Tras una queja de Juan el Teutónico, general de los dominicos, a Federico II, éste accedió a que Tomás fuera puesto en libertad. Luego se le permitió trasladarse a París, donde permaneció desde 1245 hasta 1256, fecha en que obtuvo el título de maestro en teología.
Durante estos años estuvo al cuidado de Alberto Magno, con quien entabló
una duradera amistad. Les unía -además del hecho de pertenecer ambos a la Orden
dominica- una visión abierta y tolerante, aunque no exenta de crítica, del
nuevo saber grecoárabe, que por aquellas fechas llegaba masivamente a las
universidades y centros de cultura occidentales. Tras doctorarse, ocupó una de
las cátedras reservadas a los dominicos, tarea que compatibilizó con la
redacción de sus primeras obras, en las cuales empezó a alejarse de la
corriente teológica mayoritaria, derivada de las enseñanzas de San Agustín de Hipona.
En 1259 regresó a Italia, donde permaneció hasta 1268 al servicio de la
corte pontificia en calidad de instructor y consultor del Papa, a quien
acompañaba en sus viajes. Durante estos años redactó varios comentarios al
Pseudo-Dionisio y a Aristóteles, finalizó la Suma contra los gentiles, obra
en la cual repasaba críticamente las filosofías y teologías presentes a lo
largo de la historia, e inició la redacción de su obra capital, la Suma
Teológica, en la que estuvo ocupado entre 1267 y 1274 y que representa el
compendio último de todo su pensamiento.
Tomás de Aquino supo resolver la crisis producida en el pensamiento
cristiano por el averroísmo, interpretación del pensamiento aristotélico que
resaltaba la independencia del entendimiento guiado por los sentidos y
planteaba el problema de la doble verdad, es decir, la contradicción de las
verdades del entendimiento y las de la revelación.
En oposición a esta tesis, defendida en la Universidad de París por Siger de Brabante, afirmó la necesidad de que
ambas fueran compatibles, pues, procediendo de Dios, no podrían entrar en
contradicción; ambas verdades debían ser, además, complementarias, de modo que
las de orden sobrenatural debían ser conocidas por revelación, mientras que las
de orden natural serían accesibles por el entendimiento; filosofía y teología
son, por tanto, distintas y complementarias, siendo ambas racionales, pues la
teología deduce racionalmente a partir de las premisas reveladas.
A medio camino entre el espiritualismo agustiniano y el naturalismo
emergente del averroísmo, defendió un realismo moderado, para el cual los
universales (los conceptos abstractos) existen fundamentalmente in re
(en las cosas) y sólo formalmente post rem (en el entendimiento). En
último término, Tomás de Aquino encontró una vía para conciliar la
revalorización del mundo material que se vivía en Occidente con los dogmas del
cristianismo, a través de una inteligente y bien trabada interpretación de
Aristóteles.
- Pensamiento
El cristianismo no es filosofía, pero algunos de los elementos más
importantes que utiliza en su propuesta
de salvación han sido objeto tradicional de la filosofía, por lo que no
es extraño que los creyentes hayan usado esta disciplina como fundamento de
algunas de sus creencias. Una de las preocupaciones más importantes del
pensamiento medieval fue la relación
entre la teología y la filosofía, entre la fe y la razón. El problema es
discernir cuál es la relación entre el conocimiento sobrenatural del hombre,
alcanzado por revelación, y el conocimiento natural, logrado a través del
intelecto y los sentidos.
- Dios
Podríamos pensar que Dios puede ser perceptible directamente por la
razón, al modo como vemos las verdades del tipo "los triángulos tienen
tres lados"; a estas proposiciones las denomina Sto. Tomás evidentes en sí mismas; en ellas el
predicado se incluye en el sujeto pues en la esencia de sus objetos se encuentra
la propiedad referida en la proposición. Son, además, evidentes para nosotros cuando las vemos como verdaderas con solo
comprender el concepto sujeto. Si la existencia de Dios se incluyese en su
esencia, entonces podríamos captar la verdad de la proposición “Dios existe”
con la mera comprensión del término "Dios"; algunos filósofos (S.
Anselmo p. ej.) creerán que se puede mostrar la existencia de Dios basándose en
ese supuesto (el "argumento
ontológico"). Sto Tomás mantendrá, por el contrario, que no cabe
una argumentación de ese género porque la esencia de Dios no nos es dada con la
misma claridad que por ejemplo, la esencia del triángulo. Ello quiere decir que
la proposición "Dios existe" no es evidente para nosotros, aunque sea
evidente en sí misma (pues es verdad que la existencia se incluye en la esencia
de Dios).
Santo Tomás quiere defender la posibilidad del conocimiento de Dios sin
rebajar la calidad de su ser, evitando dos extremos: afirmar la posibilidad del
conocimiento de Dios a costa de aproximar demasiado su ser a las cosas del
mundo (con el peligro de su antropomorfización); y separar radicalmente a Dios
del mundo, negando con ello la posibilidad de su conocimiento racional. Para
ello empleará varios recursos: la
afirmación: afirmaremos de Dios únicamente aquellas propiedades puras
que no traen consigo imperfección; la
negación: obtenemos un concepto negativo de Dios negando de Dios las
propiedades de las criaturas que implican imperfección; la eminencia diremos que Dios posee de forma infinita las
perfecciones que encontramos en las criaturas. Por su parte, la analogía nos recuerda que las
palabras empleadas para pensar a Dios no tienen exactamente el mismo
significado que poseen cuando las empleamos para referirnos a las cosas finitas
(no tienen un significado unívoco), pero tampoco equívoco, sino analógico, en
parte igual y en parte distinto.
- Hombre
El Aquinate parte de la contingencia
de todo ser finito: la indigencia radical de todo ser finito exige un
ser que sea fundamento de sí mismo y de todo lo real, Dios. Todas las criaturas tienen una composición metafísica de
esencia y existencia (son contingentes, limitadas) frente al único ser
necesario e infinito, Dios, que es la causa de su existencia. Partiendo de
Dios, Sto Tomás nos ofrece una visión de la realidad creada en forma
jerárquica. Para referirse a los seres creados (compuestos) se sirve de conceptos
aristotélicos: acto y potencia, sustancia y accidentes, materia y forma, añadiendo la distinción esencia/existencia.
La jerarquización de los seres vendrá dada por su mayor o menor simplicidad y
su mayor cercanía al puro existir de Dios. En la cúspide de la creación están
los ángeles (compuestos de
esencia y existencia), después los hombres
(con un alma que es su forma sustancial, unida a una materia). Las sustancias del mundo corpóreo están
compuestas de materia y forma. En el hombre la "forma" es su alma y
puede existir con independencia del cuerpo; en cambio, los seres sensitivos ―como los animales― o
los puramente vegetativos ―como
las plantas― tienen formas corruptibles y dependientes de la materia. Las
formas de los seres inertes y
las formas de los elementos primeros
son las más imperfectas. En un grado inferior están las formas accidentales (que necesitan de las substancias para
existir) y la absoluta potencialidad de la materia prima, que es pura capacidad de ser.
2. El hombre, imagen de Dios. El hombre se compone de cuerpo y alma espiritual; por el cuerpo se vincula con el mundo sensible y
por el alma con el mundo espiritual. Es lo más perfecto en el orden sensible y
lo menos perfecto en el orden de las sustancias intelectuales. La concepción
del hombre tomista combina la óptica aristotélica y el pensamiento cristiano:
a los vivientes les corresponde un conjunto de operaciones distintas de los no
vivientes: nacer, nutrirse, crecer, reproducirse, moverse localmente y morir, y
en los grados superiores sentir, pensar y querer. Santo Tomás define el alma como el principio de la vida y como la forma de un cuerpo físico que tiene vida en potencia. Es lo que
distingue a los vivientes de los no vivientes. Hará mención también a las facultades o potencias activas del
alma con los que realiza las operaciones vitales: corpóreas (requieren un órgano corporal), o incorpóreas (el entendimiento y la
voluntad). Además del intelecto, dividido en teórico y práctico, el alma
humana contiene tres facultades: la voluntad o apetito racional, las facultades
de la sensación (vista, oído...) y la sensualidad o apetito sensible.
Santo Tomás defiende el dualismo
antropológico, pero su posición es más moderada que la platónica al
entender que la palabra "hombre" designa la unidad de cuerpo y alma,
y no únicamente alma, como era el caso de Platón.
3. El hombre hacia Dios. El hombre se encuentra en el
orden sobrenatural por la gracia divina,
merced a la cual alcanza un estado de perfección al que no puede llegar por sí
mismo, pero ninguna esferas de la actividad humana se pueden comprender sin la
referencia de lo humano hacia Dios:
- Conocimiento
Dios como objeto último del conocimiento: la vocación intelectual del
hombre hacia Dios se cifra en el hecho de que la teología es la
ciencia suprema y la máxima perfección de nuestra inteligencia, pero
también porque el conocimiento se ordena a la verdad y Dios es la suprema verdad. Toda verdad está conectada con Dios,
pues es el creador, sostenedor y lo que da inteligibilidad a todo lo real;
además, conocemos a Dios en todo lo que conocemos, pues el mundo es la "revelación
física" de Dios. Finalmente, el objetivo supremo del hombre es la
visión de Dios en la otra vida, es decir, un conocimiento puramente
intelectual y directo de Él.
Santo Tomás distingue tres clases de leyes: la natural, la positiva y la
eterna. La ley natural dirige y
ordena los actos de los seres naturales para la adecuada realización de los
bienes que les son propios. El Aquinate toma del pensamiento griego la noción
de naturaleza como principio
dinámico intrínseco que determina el comportamiento ordenado de los seres
naturales, a la vez que la idea de que puede utilizarse el criterio de la
“naturalidad” para distinguir la conducta buena de la mala: lo bueno es lo
natural y lo malo lo contrario a ella. Pero añade a esta idea griega la tesis
de que las inclinaciones naturales descansan en último término en Dios,
quien por su providencia gobierna todas las cosas y les da las disposiciones
convenientes para su perfección. En los seres irracionales la ley eterna
inscrita en su naturaleza determina sus acciones de manera pasiva y necesaria,
en los hombres descansa en su razón y se realiza a partir de su voluntad y
libertad. Santo Tomás interpreta la ley natural como la ley moral, y la identifica con la razón humana que ordena hacer el
bien y prohíbe hacer el mal. La ley
moral es racional pues es dictada por la razón y natural porque la razón es un rasgo de la naturaleza humana y
porque describe las acciones convenientes para los fines inscritos en nuestra
naturaleza. La ley natural contiene los preceptos básicos que rigen la vida
moral, el primero de los cuales es “debe hacerse el bien y evitarse el mal” y
en el que se fundan todos los demás preceptos de la ley moral. Dado que la ley
natural se fundamenta en la naturaleza humana, y ésta en Dios, la ley natural
no es convencional, es inmutable y la misma para todos (universal). La ley positiva (ley que promulgan los
Estados) debe ser expresión de la ley natural para ser justa y buena y, por tanto,
no será convencional. La ley natural tiene su origen y fundamento en un orden más amplio: el orden del Universo, orden
que es expresión de la ley eterna,
ley inmutable que descansa en la propia razón de Dios y de la cual derivan
todas las demás leyes. Dios
ordena todas las acciones, tanto humanas como no humanas, hacia su fin.
- Mundo
Respecto al tema de la creación Sto. Tomás, a pesar de la raíz
aristotélica de su pensamiento, seguirá la tradición agustiniana, conciliándola
con su explicación de la estructura metafísica esencia/existencia. Según ella
todos los seres se compones de esencia y existencia, excepto Dios, en quien la
esencia se identifica con la existencia. Sólo Dios, por lo tanto, es un ser
necesario, pues sólo él debe su existencia a su propia esencia: su esencia es
existir. Los demás seres reciben la existencia del ser necesario, ya se trate
de seres materiales o inmateriales.
- Ética.
El fin moral del hombre consiste en el desarrollo de su
naturaleza racional. Decidido intelectualista, Tomás de Aquino considera que es
el entendimiento el que rige la voluntad. Esta puede elegir libremente, pero
decide basándose en actos racionales, o sea en el conocimiento de las cosas.
- Política.
El derecho es de origen divino. La monarquía es la mejor forma
de gobierno, porque equilibra los intereses de la aristocracia y los del
pueblo. En todo caso, la existencia presente no es sino una preparación para la
vida futura, y lo divino de esta existencia por venir se revela o hace visible
en la Iglesia Católica. De donde todos los reyes y soberanos deben obedecer al
Papa, que es el representante de Cristo en la tierra.
Intentar una síntesis esquemática de las doctrinas de pensadores
sistemáticos es tarea tan peligrosa como imposible. En todo caso, debe
recordarse que la Suma filosófica y la Suma teológica son obras de síntesis
realmente grandiosas. La última en particular, es un verdadero compendio del
pensamiento tomista e, inclusive, de todo el pensamiento escolástico.
Muchos de los aportes conceptuales de Tomás de Aquino, y muchas de sus
doctrinas, pertenecen a un pasado irreversible. Subsisten de su pensamiento, en
cambio, facetas que coinciden con el pensamiento y con la ciencia moderna.
- Metafísica y psicología.
Toda la lógica, toda la psicología y la ática de Aristóteles pueden se
incorporadas sin daño a la doctrina de la iglesia, inclusive ciertos capítulos
de su metafísica. La tesis aristotélica de la materia y la forma es acogida
integralmente por Santo Tomás. El principio de la individuación de las cosas
concretas consiste en que la materia es determinada por las formas. Formas
primeras son espacio y tiempo, que van unidas inseparablemente a la materia.
En, un plano más elevado se encuentran las formas inmateriales separadas, o
inteligencias, jerarquía en la cúspide de la cual se encuentra la divinidad,
causa eficiente y al propio tiempo causa final de todo lo creado por ellas.
El alma humana es una de las formas inmateriales o inteligencias y es el
principio animador de la parte corpórea de los seres humanos. Existe una serie
Continua de evolución desde las formas inferiores de existencia hasta la
divinidad misma. Por lo demás, existe una cierta independencia en el curso de
la naturaleza y en la existencia del hombre, pues el azar (cruzamiento de causas
y efectos) y la voluntad libre no son incompatibles con la providencia divina.
La división de las facultades y actividades del alma, la toma Tomás de
Aquino de Aristóteles, pero -contra Averroes-, afirma que la inmortalidad del
alma en el sentido cristiano se sigue esencialmente de su inmaterialidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario