miércoles, 17 de septiembre de 2014

Heidegger

HEIDEGGER:


(Messkirch, Alemania, 1889-Todtnauhaberg, actual Alemania, 1976) Filósofo alemán. Discípulo de Husserl, su indiscutible preminencia dentro de la filosofía continental se ha visto marcada siempre por la polémica, sobre todo la de su adhesión al régimen nacionalsocialista, manifestada en el discurso que pronunció en la toma de posesión de la cátedra en la Universidad de Friburgo (1933). La renuncia a la cátedra, muy poco después de ocuparla, no evitó que en 1945 fuera destituido como docente en Friburgo, tras la ocupación de Alemania por los aliados.


Sólo en el año 1952 se reincorporó, si bien su actividad académica fue ya mucho menos constante. Aunque recibió de algunos de sus discípulos, como Marcuse, la sugerencia insistente de que se retractara públicamente de su discurso de 1933, el filósofo desestimó el consejo y nunca quiso dar explicaciones. Si bien para algunos es imposible abordar su obra sin reservas, la mayoría de filósofos y estudiosos actuales prefieren tomar el trabajo de Heidegger en su sentido estrictamente filosófico, que no resulta menos controvertido. Desde la filosofía analítica, su obra ha sido criticada con dureza, sobre todo por Carnap. Pero el pensamiento heideggeriano también ha suscitado adhesiones entusiastas: así, la filosofía francesa de las décadas de 1960 y 1970 (Derrida, Lévinas, Ricoeur) admiró la capacidad de precisión de su lenguaje, así como su aportación al discurso humanístico.

La obra de Heidegger suele entenderse como separada en dos períodos distintos. El primero viene marcado por Ser y tiempo, obra que, pese a quedar incompleta, plantea buena parte de las ideas centrales de todo su pensamiento. En ella, el autor parte del presupuesto de que la tarea de la filosofía consiste en determinar plena y completamente el sentido del ser, no de los entes, entendiendo por «ser» (aunque la definición de este concepto ocupa toda la obra del autor, y es en cierto sentido imposible), en general, aquello que instala y mantiene a los entes concretos en la existencia.



En la comprensión heideggeriana, el hombre es el ente privilegiado al que interrogar por el ser, pues sólo a él «le va» su propio ser, es decir, mantiene una específica relación de reconocimiento con él. La forma específica de ser que corresponde al hombre es el «Ser-ahí» (Dasein), en cuanto se halla en cada caso abocado al mundo, lo cual define al «ser-ahí» como «Ser-en-el-mundo». La distinción de la filosofía moderna, desde Descartes, entre un sujeto encerrado en sí mismo que se enfrenta a un mundo totalmente ajeno es inconsistente para Heidegger: el ser del hombre se define por su relación con el mundo, que es además práctica («ser a-la-mano») antes que teórica («ser ante-los-ojos»).

Estas categorías le sirven para comprender por dónde pasa la diferencia entre una vida auténtica, que reconozca el carácter de «caída» que tiene la existencia, es decir, la imposibilidad de dominar su fundamento (el ser), y una vida inauténtica o enajenada, que olvide el ser en nombre de los entes concretos. La dimensión temporal del ser, en cuanto proyecto del «ser-ahí» y enfrentamiento a la muerte (el ser-ahí es también «ser-para-la-muerte»), sería el otro gran olvido de la filosofía clásica. El esfuerzo de Heidegger por pensar el ser como relación de los entes en el tiempo está en la base del posterior movimiento hermenéutico.

En la segunda etapa de su pensamiento, el filósofo estudia la historia de la metafísica como proceso de olvido del ser, desde Platón, y como caída inevitable en el nihilismo (cuando se piensa el ente tan sólo, éste termina por aparecer vacío). En sus últimas obras, realiza un acercamiento al arte como lugar privilegiado donde se hace presente el ser. Para Heidegger, se hace también necesario rehabilitar los saberes teórico-humanísticos, a fin de mostrar que lo que constituye a todo hombre en cuanto tal no es su capacidad material de alterar el entorno, sino la posibilidad que tiene de hacer el mundo habitable: el hombre debe comprender que no es «el señor del ente sino el pastor del ser» y que «el lenguaje es la casa del ser». Antes que la técnica, el lenguaje, y en general la conciencia (la capacidad de interrogarse del Dasein), son los dos elementos que constituyen al hombre en cuanto existente o, lo que es lo mismo, en cuanto hombre.

 

PENSAMIENTO



HOMBRE:


No se puede decir que en Heidegger haya una antropología, el mismo autor rechazó muchas veces que el análisis existencial que realiza en Ser y Tiempo pueda interpretarse como una teoría sobre el hombre. Lo que pretende Heidegger es, más que una antropología filosófica, una ontología fundamental. "La ontología fundamental no tiene que ver con el hombre en su diversidad y complejidad concretas, sino, únicamente, con la Existencia [Dasein] en sí misma, que se manifiesta en aquél" (1). Por lo tanto todas las características que de la vida humana o del hombre puedan interesarle a Heidegger lo harán en la medida en que su estudio aclare los modos de comportamiento de la Existencia o Dasein.

DIOS: 

Heidegger ha dicho que el pensamiento que critica a la metafísica y su Dios, el pensamiento sin Dios, que es el pensamiento del ser diferente, se halla más cerca del Dios divino -y esto significa: es más libre para él- que lo que pueda creer esa metafísica. Negar divinidad al Dios metafísico -el Dios así "no verdadero"- es quedar en libertad para el "verdadero" Dios.
Ahora bien, ¿cómo se da esa cercanía al verdadero Dios en el pensamiento del ser o, también y al mismo tiempo, en el ser del pensamiento -pensamiento del ser tiene el sentido de un genitivo objetivo y subjetivo según la Carta sobre el humanismo.

MUNDO:


Para Heidegger la metafísica no es un saber sobre la realidad, sino la expresión de una actitud total con respecto a la vida. Una visión dl mundo y del hombre inmerso a él.

El hombre es aquel que se interroga acerca del sentido del ser por lo tanto no puede verse reducido a puro objeto, al simple estar presente.

El modo de ser del hombre es la existencia entonces la existencia es poder ser, sin embargo poder ser significa proyectarse



Por lo tanto la existencia es trascendencia, identifica por Heidegger significa ir más allá de uno mismo de este La trascendencia es un comportamiento de la constitución fundamental del hombre. El hombre es proyecto y las cosas del mundo son originalmente utensilios en función del proyecto humano.

Por lo tanto “el hombre no es un espectador en el gran teatro del mundo, el hombre está en el mundo implicado en él y en sus circunstancias” al transformar el mundo, el hombre se transforma así mismo, en última instancia, el hombre como sujeto es una apertura al mundo y no un ser estático, el conocer, no es el modo originario de relación entre el hombre y el mundo, sino fundamentalmente una vivencia existencial.


CONOCIMIENTO: 

«Es una representación natural pensar que, en filosofía, antes de entrar en la cosa misma, es decir, en el conocimiento efectivamente real de lo que es de verdad, es necesario llegar a un previo acuerdo sobre el conocimiento que consideramos como el instrumento con el que nos apropiamos de lo absoluto o como el medio gracias al que lo divisamos. Esta preocupación parece justa, en parte porque pudiera haber distintos tipos de conocimiento y, entre ellos, alguno más adecuado para alcanzar este fin último -lo que implica la posibilidad de una elección errónea entre ellos- y en parte porque, dado que el conocimiento es una facultad de un tipo y un alcance determinados, si no se señala con precisión su naturaleza y sus límites se alcanzarían las nubes del error en lugar del cielo de la verdad. Esta preocupación puede incluso transformarse en la convicción de que toda intención de ganar para la conciencia por medio del conocimiento lo que es en sí mismo, es en su concepto un contrasentido y de que entre el conocimiento y lo absoluto se alza una barrera que los separa de manera absoluta. Porque, si el conocimiento es el instrumento para adueñarse de la esencia absoluta, resulta evidente que la aplicación de un instrumento a una cosa no sólo no la deja tal como es ella para sí misma, sino que la somete a una modelación y transformación. Y si el conocimiento no es el instrumento de nuestra actividad, sino en cierto modo un médium pasivo por medio del cual llega hasta nosotros la luz de la verdad, tampoco recibiremos la verdad tal como es en sí, sino tal como es a través de ese médium y en él. En ambos casos estamos utilizando un medio que produce de inmediato lo contrario de su fin o tal vez el contrasentido sea el propio hecho de recurrir a un medio.

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