FILOSOFIA LATINOAMERICANA
El término Filosofía
latinoamericana hace referencia a un proyecto filosófico que propugna por una
contextualización de la filosofía en el ámbito latinoamericano y no, como
podría inferirse, al conjunto amplio de corrientes filosóficas practicadas en
los distintos países de América Latina. Es el proyecto de una filosofía surgida
desde América Latina y enfocada en la reflexión sistemática sobre sus problemas
y situaciones propias. Conviene por ello realizar una distinción técnica entre
Filosofía en Latinoamérica y Filosofía latinoamericana.1 2
El proyecto de elaborar una
filosofía propia, anclada en la idiosincrasia y en las realidades
latinoamericanas, se desarrolló durante el siglo XX en tres vertientes
diferentes: 1) la vertiente ontológica, también llamada "americanismo
filosófico", que reflexiona sobre la identidad nacional o continental; 2)
la vertiente historicista, que busca una comprensión filosófica de la historia
de América Latina y la formulación de una historia de las ideas en el
continente; 3) la vertiente liberacionista, más conocida como "filosofía
de la liberación", que reflexiona sobre las condiciones para la
emancipación política, económica y cultural de los pueblos latinoamericanos.
El nacimiento de la primera
vertiente, también llamada “americanismo filosófico”, puede rastrearse hasta
las primeras décadas del siglo XX en México, como fruto del ambiente
nacionalista que había generado la revolución mexicana. La revolución de 1910,
con su carácter nacionalista, antiimperialista y antioligárquico, promovió en
México una reflexión sobre el “ser” del hombre mexicano y latinoamericano, que
se tradujo en una serie de ensayos literarios con pretensiones filosóficas,
como por ejemplo La raza cósmica. Misión de la raza Iberoamericana (1925) e
Indología: una interpretación de la cultura iberoamericana (1926), ambos
escritos por José Vasconcelos Calderón. Pero es en el libro de Samuel Ramos El
perfil del hombre y la cultura en México (1934) donde puede apreciarse una
primera configuración del proyecto de una filosofía sobre lo mexicano. También
es importante la creación del Grupo Hiperión, conformado por filósofos como
Emilio Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro y Joaquín Sánchez McGregor. De este
grupo se destaca la obra de Uranga Análisis del ser mexicano (1952).
Partiendo entonces de México, el
americanismo filosófico generó toda una serie de obras en todo el continente,
cuya influencia se extendió durante casi cuatro décadas (1930-1970) y de las
que pueden destacarse las siguientes: La seducción de la barbarie. Análisis
herético de un continente mestizo (1953) y América profunda (1962) del
argentino Rodolfo Kusch; América Bifronte. Ensayo de ontología y filosofía de
la historia (1961) del también argentino Alberto Caturelli; Pueblo continente
(1937) del peruano Antenor Orrego; El problema de América (1959) del venezolano
Ernesto Maíz Vallenilla; El sentimiento de lo humano en América (1951) del
chileno Félix Schwartzmann; La invención de América. Investigación acerca de la
estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir (1958) del
mexicano Edmundo O'Gorman y La filosofía de lo mexicano (1960) de Abelardo
Villegas. Todas estas obras generaron un sonado debate en todo el continente
acerca de la existencia o no existencia de una filosofía originalmente
latinoamericana, que se reflejó en textos como Filosofía argentina (1940) de
Alejandro Korn; Sobre la filosofía en Iberoamérica (1940) de Francisco Romero;
¿Hay una filosofía iberoamericana? (1948) de Rizieri Frondizi; ¿Cuáles son los
grandes temas de la filosofía latinoamericana? (1958) de Victoria Caturla de
Bru; El problema de la filosofía hispánica (1961) de Eduardo Nicol; Filosofía
española en América (1967) de José Luis Abellán y La filosofía Iberoamericana
(1968) de Francisco Larroyo.
Esta segunda ramificación se
origina también en México y es impulsada inicialmente por la influencia del
filósofo español José Ortega y Gasset a través de su discípulo José Gaos, quien
llega a México a finales de los años treinta como refugiado a causa de la
guerra civil española. Adoptando las tesis historicistas de su maestro, Gaos
delinea el proyecto de reconstruir la historia de las ideas como base para
elaborar una Filosofía en lengua española, título de su importante libro
publicado en 1945. Pero no hay duda de que la gran figura del historicismo
latinoamericano es Leopoldo Zea, discípulo directo de Gaos, quien propone y
desarrolla una reflexión sistemática sobre la historia de las ideas en el
continente como presupuesto indispensable para la generación de un filosofar
propio. Desde su tesis El positivismo en México (1943), pasando por América en
la historia (1957), El pensamiento latinoamericano (1965) y Dialéctica de la
conciencia americana (1976), hasta su original Filosofía de la historia
americana (1978), Zea recorre un camino que le convierte en el gran impulsor
del proyecto de la filosofía latinoamericana.
La obra pionera de Leopoldo Zea
tuvo repercusiones continentales y contó con importantes continuadores, entre
quienes habría que destacar cuatro figuras principales: el uruguayo Arturo
Ardao, el peruano Francisco Miró Quesada Cantuarias y los argentinos Arturo
Andrés Roig y Horacio Cerutti Guldberg. El aporte de estas figuras radica sobre
todo en su reflexión metodológica sobre el problema de la historia de las
ideas. De Ardao se recuerda principalmente su seminal ensayo Historia y
evolución de las ideas filosóficas en América Latina (1979), y de Miró Quesada
sus dos excelentes libros Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano
(1974) y Proyecto y realización del filosofar latinoamericano (1981). Arturo
Andrés Roig ha desarrollado una extraordinaria obra de reflexión sobre la
historia de las ideas en sus libros Teoría y crítica del pensamiento
latinoamericano (1981) y Rostro y filosofía en América Latina (1994). Por su
parte, Horacio Cerutti, conocido ya por sus críticas en la década del setenta
al proyecto de la filosofía de la liberación, ha publicado importantes
reflexiones sobre historia de las ideas: Hacia una metodología de la historia
de las ideas (filosóficas) en América Latina (1986) y Filosofar desde nuestra
América (2000).
El legado de la historia
latinoamericana de las ideas se ha dejado sentir en varios países: en Uruguay
Yamandú Acosta; en Argentina Hugo Biagini, Adriana Arpini, Clara Alicia Jalif
de Bertanou y Dina Picotti; en Brasil Joao Cruz Costa; en Perú David
Sobrevilla; en Venezuela Carmen Bohórquez y Javier Sasso; en Cuba se destaca la
labor de Pablo Guadarrama en la Universidad de Santa Clara; en Colombia fue
importante la creación en 1977 del Grupo de Bogotá por parte de algunos
profesores de la Universidad de Santo Tomás; en México sobresale la labor de
Mario Magallón en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la UNAM; en España
la exhaustiva obra de José Luis Abellán, y en los Estados Unidos la de Jorge
Gracia, Ofelia Schutte y José Luis Gómez Martínez.
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