miércoles, 17 de septiembre de 2014

Filosofía Latinoamericana

FILOSOFIA LATINOAMERICANA



El término Filosofía latinoamericana hace referencia a un proyecto filosófico que propugna por una contextualización de la filosofía en el ámbito latinoamericano y no, como podría inferirse, al conjunto amplio de corrientes filosóficas practicadas en los distintos países de América Latina. Es el proyecto de una filosofía surgida desde América Latina y enfocada en la reflexión sistemática sobre sus problemas y situaciones propias. Conviene por ello realizar una distinción técnica entre Filosofía en Latinoamérica y Filosofía latinoamericana.1 2

El proyecto de elaborar una filosofía propia, anclada en la idiosincrasia y en las realidades latinoamericanas, se desarrolló durante el siglo XX en tres vertientes diferentes: 1) la vertiente ontológica, también llamada "americanismo filosófico", que reflexiona sobre la identidad nacional o continental; 2) la vertiente historicista, que busca una comprensión filosófica de la historia de América Latina y la formulación de una historia de las ideas en el continente; 3) la vertiente liberacionista, más conocida como "filosofía de la liberación", que reflexiona sobre las condiciones para la emancipación política, económica y cultural de los pueblos latinoamericanos.

El nacimiento de la primera vertiente, también llamada “americanismo filosófico”, puede rastrearse hasta las primeras décadas del siglo XX en México, como fruto del ambiente nacionalista que había generado la revolución mexicana. La revolución de 1910, con su carácter nacionalista, antiimperialista y antioligárquico, promovió en México una reflexión sobre el “ser” del hombre mexicano y latinoamericano, que se tradujo en una serie de ensayos literarios con pretensiones filosóficas, como por ejemplo La raza cósmica. Misión de la raza Iberoamericana (1925) e Indología: una interpretación de la cultura iberoamericana (1926), ambos escritos por José Vasconcelos Calderón. Pero es en el libro de Samuel Ramos El perfil del hombre y la cultura en México (1934) donde puede apreciarse una primera configuración del proyecto de una filosofía sobre lo mexicano. También es importante la creación del Grupo Hiperión, conformado por filósofos como Emilio Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro y Joaquín Sánchez McGregor. De este grupo se destaca la obra de Uranga Análisis del ser mexicano (1952).

Partiendo entonces de México, el americanismo filosófico generó toda una serie de obras en todo el continente, cuya influencia se extendió durante casi cuatro décadas (1930-1970) y de las que pueden destacarse las siguientes: La seducción de la barbarie. Análisis herético de un continente mestizo (1953) y América profunda (1962) del argentino Rodolfo Kusch; América Bifronte. Ensayo de ontología y filosofía de la historia (1961) del también argentino Alberto Caturelli; Pueblo continente (1937) del peruano Antenor Orrego; El problema de América (1959) del venezolano Ernesto Maíz Vallenilla; El sentimiento de lo humano en América (1951) del chileno Félix Schwartzmann; La invención de América. Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir (1958) del mexicano Edmundo O'Gorman y La filosofía de lo mexicano (1960) de Abelardo Villegas. Todas estas obras generaron un sonado debate en todo el continente acerca de la existencia o no existencia de una filosofía originalmente latinoamericana, que se reflejó en textos como Filosofía argentina (1940) de Alejandro Korn; Sobre la filosofía en Iberoamérica (1940) de Francisco Romero; ¿Hay una filosofía iberoamericana? (1948) de Rizieri Frondizi; ¿Cuáles son los grandes temas de la filosofía latinoamericana? (1958) de Victoria Caturla de Bru; El problema de la filosofía hispánica (1961) de Eduardo Nicol; Filosofía española en América (1967) de José Luis Abellán y La filosofía Iberoamericana (1968) de Francisco Larroyo.

Esta segunda ramificación se origina también en México y es impulsada inicialmente por la influencia del filósofo español José Ortega y Gasset a través de su discípulo José Gaos, quien llega a México a finales de los años treinta como refugiado a causa de la guerra civil española. Adoptando las tesis historicistas de su maestro, Gaos delinea el proyecto de reconstruir la historia de las ideas como base para elaborar una Filosofía en lengua española, título de su importante libro publicado en 1945. Pero no hay duda de que la gran figura del historicismo latinoamericano es Leopoldo Zea, discípulo directo de Gaos, quien propone y desarrolla una reflexión sistemática sobre la historia de las ideas en el continente como presupuesto indispensable para la generación de un filosofar propio. Desde su tesis El positivismo en México (1943), pasando por América en la historia (1957), El pensamiento latinoamericano (1965) y Dialéctica de la conciencia americana (1976), hasta su original Filosofía de la historia americana (1978), Zea recorre un camino que le convierte en el gran impulsor del proyecto de la filosofía latinoamericana.

La obra pionera de Leopoldo Zea tuvo repercusiones continentales y contó con importantes continuadores, entre quienes habría que destacar cuatro figuras principales: el uruguayo Arturo Ardao, el peruano Francisco Miró Quesada Cantuarias y los argentinos Arturo Andrés Roig y Horacio Cerutti Guldberg. El aporte de estas figuras radica sobre todo en su reflexión metodológica sobre el problema de la historia de las ideas. De Ardao se recuerda principalmente su seminal ensayo Historia y evolución de las ideas filosóficas en América Latina (1979), y de Miró Quesada sus dos excelentes libros Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano (1974) y Proyecto y realización del filosofar latinoamericano (1981). Arturo Andrés Roig ha desarrollado una extraordinaria obra de reflexión sobre la historia de las ideas en sus libros Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano (1981) y Rostro y filosofía en América Latina (1994). Por su parte, Horacio Cerutti, conocido ya por sus críticas en la década del setenta al proyecto de la filosofía de la liberación, ha publicado importantes reflexiones sobre historia de las ideas: Hacia una metodología de la historia de las ideas (filosóficas) en América Latina (1986) y Filosofar desde nuestra América (2000).

El legado de la historia latinoamericana de las ideas se ha dejado sentir en varios países: en Uruguay Yamandú Acosta; en Argentina Hugo Biagini, Adriana Arpini, Clara Alicia Jalif de Bertanou y Dina Picotti; en Brasil Joao Cruz Costa; en Perú David Sobrevilla; en Venezuela Carmen Bohórquez y Javier Sasso; en Cuba se destaca la labor de Pablo Guadarrama en la Universidad de Santa Clara; en Colombia fue importante la creación en 1977 del Grupo de Bogotá por parte de algunos profesores de la Universidad de Santo Tomás; en México sobresale la labor de Mario Magallón en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la UNAM; en España la exhaustiva obra de José Luis Abellán, y en los Estados Unidos la de Jorge Gracia, Ofelia Schutte y José Luis Gómez Martínez.


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