WITTGENSTEIN
(Viena, actual Austria,
1889-Cambridge, Reino Unido, 1951) Filósofo británico de origen austriaco. Hijo
de un importante industrial del acero, estudió ingeniería en Berlín y en
Manchester, donde trabajó como investigador en el campo de la aeronáutica
durante tres años. Empezó entonces a interesarse por las matemáticas y sus
fundamentos filosóficos, y se trasladó a Cambridge para estudiar lógica bajo la
dirección de Bertrand Russell (1912-1913). En ese tiempo tomaron cuerpo las
ideas que luego desarrolló en su Tractatus, obra que redactó durante la Primera
Guerra Mundial, en la cual combatió como voluntario del ejército austriaco. Al
reincorporarse a la vida civil, renunció a la fortuna heredada de su padre en favor
de dos de sus hermanas.
Siguieron unos años de alejamiento
de la filosofía durante los que fue maestro de escuela (1920-1926), para
ocuparse luego como arquitecto del proyecto y la edificación de la residencia
en Viena de una de sus hermanas. En 1929 regresó a Cambridge para dedicarse de
nuevo a la filosofía, y ese mismo año obtuvo el doctorado tras presentar como
tesis el Tractatus ante un tribunal formado por B. Russell y G. E. Moore (a
quien Wittgenstein sucedió en la cátedra de filosofía diez años más tarde). En
1947 abandonó la enseñanza, insatisfecho con su labor como profesor y deseoso
de «pensar en soledad».
Su filosofía suele considerarse
dividida en dos fases, la segunda de ellas caracterizada por una crítica
radical de las tesis defendidas en la primera; existen, con todo, rasgos
comunes a ambas, como el interés por analizar el lenguaje como método de
reflexión filosófica.
El primer Wittgenstein está
representado por el Tractatus, conjunto de aforismos escritos con un lenguaje
bastante críptico, que, inspirados en el atomismo lógico de Russell, investigan
las relaciones entre el lenguaje y el mundo; el lenguaje «figura» el mundo en
la medida en que comparte con él la misma estructura lógica, la cual no puede
«ser dicha» en el lenguaje, sino tan sólo «mostrada», pues es la condición de
posibilidad para decir cualquier cosa. Por otro lado, también es su límite, en
la medida en que el lenguaje no puede sino figurar el mundo y, por tanto, nada
se puede decir sobre cuestiones éticas o estéticas, que, según considera el
filósofo, son las verdaderamente importantes.
El segundo Wittgenstein, sin
embargo, sometió a crítica el supuesto básico del Tractatus de que la lógica
posee una relación privilegiada con la estructura del mundo. Consideró que ésta
correspondía tan sólo a uno de los posibles usos del lenguaje (en modo
declarativo y descriptivo), pero que no tenía en cuenta la lista abierta de
«juegos de lenguaje», entre los que se podría contar el preguntar, el exclamar
o el contar chistes. El significado de un término, además, no puede depender de
una proyección mental, sino de su uso social, pues de otro modo no se entiende
que sea comprendido por los demás.
Ambas precisiones muestran la nueva
preocupación del autor por integrar el lenguaje en el complejo de la acción y
de la sociedad, abandonando la idea de hallar un modelo ideal que no derivase
en un reduccionismo. Wittgenstein fue una figura crucial en el desarrollo de la
filosofía analítica posterior tanto por su influencia sobre algunos miembros
del llamado Círculo de Viena -aunque él no fuera un positivista lógico- como
por el magisterio que ejerció desde Cambridge, donde se desarrollaría la
llamada filosofía del lenguaje ordinario.
PENSAMIENTO
HOMBRE:
Al regresar a
Cambridge en 1929, Wittgenstein ya estaba convencido del carácter dogmático del
TLP. La experiencia de enseñar a niños de escuelas primarias y de observar cómo
realmente aprende una lengua, junto con las críticas de Ramsey a su lógica
formal, le abrieron los ojos. Tuvo que reconocer importantes errores en la
explicación que había dado de la semántica del lenguaje, de cómo la lengua
configura y expresa significados. Según una anotación de Friedrich WAIS Mann de
9 de diciembre de 1931, Wittgenstein reconoció no sólo el estilo arrogante del
TLP, sino su error de fondo: pretender que la tarea del análisis lógico
consistiera en descubrir las proposiciones elementales, ya que son la base del
lenguaje lleno de sentido. Ahora admitía que no es posible llevar a cabo esta
tarea, puesto que constituye un error querer encontrar algo oculto en el
lenguaje: siempre nos movemos en el ámbito de la gramática de nuestro lenguaje
ordinario, de manera que permanentemente tenemos ya ante los ojos todo lo que
se precisa para explicarlo. Ninguna supuesta lógica subyacente puede dar cuenta
del lenguaje mejor que el lenguaje mismo. Lo único que se precisa es exponer
las reglas de uso de palabras y expresiones tal como de hecho actúan en la vida
cotidiana del lenguaje.
MUNDO:
Es muy importante
señalar una diferencia esencial entre la filosofía de Wittgenstein y la
corriente en la que habitualmente se le incluye, el neopositivismo:
Wittgenstein afirma que el mundo es la totalidad de los hechos y que sólo de
ellos es posible hablar, el neopositivismo acepta esta idea y considera que
nada hay además de éste ámbito empírico; sin embargo, la posición de
Wittgenstein es más compleja: en el “Tractatus” nos dice también que más allá
del mundo, o mejor, en su límite, encontramos ciertas “entidades”; no es fácil
dar con una palabra para designarlas puesto que todas las palabras con sentido
se refieren a las cosas del interior del mundo, sin embargo Wittgenstein
escribe sobre ellas. Estas “entidades” son algunos de los objetos tradicionales
de la filosofía: la estructura lógica del mundo, el yo metafísico, los valores
morales y estéticos y ya fuera del mundo, lo que llama “lo místico”, Dios.
El concepto de “trascendental” en
Wittgenstein parece guardar cierta semejanza con el kantiano: representa una
condición de posibilidad, pero no una condición de posibilidad empírica, al
modo en que una condición de posibilidad para ver las letras en un encerado
podría ser utilizar gafas, sino una condición más fundamental, la de ser
condición de posibilidad de la existencia del mundo mismo como totalidad con
sentido.
DIOS:
Con este término nos
referimos en castellano a ciertas experiencias en las que, supuestamente, Dios
se nos hace presente, y presente de forma directa e inmediata. En la filosofía
de Wittgenstein el concepto de lo místico no tiene este sentido de
acontecimiento extraordinario; lo común al sentido Wittgensteiniano y al
corriente es, en primer lugar, referirse a una experiencia que no se puede
transmitir adecuadamente con palabras, y, en segundo lugar, referirse al mundo
religioso; lo que le separa sería, en primer lugar, que no es la experiencia de
Dios como tal, no es una experiencia en la que se nos muestre Dios en su
aspecto propio (no es un ver a Dios), y, en segundo lugar, que es una
experiencia frecuente, es una experiencia que muchas personas tienen. En su
“Conferencia sobre ética” describe varias vivencias que nos relacionan con lo
místico:
“creo que la mejor forma de
describirla es decir que cuando la tengo me asombro ante la existencia del
mundo. Me siento entonces inclinado a usar frases tales como “Qué
extraordinario que las cosas existan” o “Qué extraordinario que el mundo
exista”;
“se trata de lo que podríamos
llamar la vivencia de sentirse absolutamente seguro. Me refiero a aquel estado
anímico en el que nos sentimos inclinados a decir: Estoy seguro, pase lo que
pase, nada puede dañarme”.
“Cuando hablamos de Dios y de que lo ve
todo, y cuando nos arrodillamos y le oramos, todos nuestros términos y acciones
se asemejan a partes de una gran y compleja alegoría que le representa como un
ser humano de enorme poder cuya gracia tratamos de ganarnos, etc., etc. Pero
esta alegoría describe también la experiencia a la que acabo de aludir. Porque
la primera de ellas es, según creo, exactamente aquello a lo que la gente se
refiere cuando dice que Dios ha creado el mundo; y la experiencia de la
absoluta seguridad ha sido descrita diciendo que nos sentimos seguros en las
manos de Dios. Una tercera vivencia de este tipo es la sentirse culpable y
queda también descrita por la frase: Dios condena nuestra conducta.”
CONOCIMIENTO:
Los primeros
puntos del Tractatus comienzan con una serie de tesis sobre la estructura del
mundo. No hay ninguna pretensión de probarlas, si bien casi todos los
intérpretes concuerdan en que la concepción del mundo que aquí se presenta
viene a ser como un calco de la estructura del lenguaje tal como es comprendido
por la lógica simbólica, en el contexto de las investigaciones de principios de
siglo de Russell y Frege. Parece dominante también una visión empirista de la
naturaleza en la línea de Hume.
A continuación se resume este
primer grupo de puntos. El mundo se considera constituido por "todo lo que
sucede" (Tatsache, lo que es el caso, lo real efectivo o que es de hecho)
(n. 1), y en un ulterior análisis eso que sucede queda caracterizado como el darse
o no darse de "estados de cosas" (Sachverhalte), situaciones o
"hechos" (n. 2). Tales hechos en último término no se componen de
otros a nivel inferior, es decir, se llega a hechos simples, elementales o
"atómicos" que, a su vez, están constituidos por objetos o
"últimos indivisibles" de que consta la realidad (Wittgenstein no
pone ejemplos: quizá un objeto, podría pensarse, es un color, o un sonido, o
algo en cualquier caso elemental). En definitiva, hay una serie de objetos
inanalizables (2.02), que combinados forman los hechos atómicos, cuya totalidad
constituye el mundo. El conjunto de los objetos forma, en palabras de
Wittgenstein, la "substancia" del mundo (2.021), lo fijo del mundo
(2.023), lo que son invariable no obstante todas las modificaciones variables
de los hechos (2.024, 2.026, 2.027, 2.0271).
Sobre el objeto, Wittgenstein se
limita a decir que incluye en sí una serie de posibilidades de combinación con
los demás objetos del universo, como si se tratara de un "espacio de
posibilidades", a las que llama "propiedades internas" y que
definen la "forma del objeto" (cfr. 2.012 a 2.0141). De este modo, el
atomismo de los objetos da lugar también a una visión estructural del mundo: el
objeto simple está en una relación posible intrínseca con los demás objetos y
ésta es precisamente su forma. Estas relaciones son necesarias y, para el
autor, entran en la competencia de la lógica, que mira a lo más formal y
necesario del mundo (2.012; ver también 3.031); existe además otro tipo de
relaciones accidentales entre las cosas ("propiedades externas"). De
este modo Wittgenstein admite la distinción entre propiedades y relaciones
accidentales y necesarias; por ej. "tener color" es una propiedad
necesaria de las cosas (2.0251), aunque el objeto mismo sea incoloro (2.0232).
Otro ejemplo: una mancha del campo visivo puede no ser roja (relación
accidental), pero un color necesariamente tiene un espacio cromático en torno a
sí; de igual modo el sonido debe tener una altura (2.0131).
Wittgenstein se plantea también la
posibilidad de que se den varios objetos con propiedades comunes y el problema
de su distinción numérica (individuación y discernibilidad), sin resolverlo
claramente (2.0233 y 2.02331).