GORGIAS DE SILICIA
(Leontini, c. 487 - Larisa, c. 380 a.J.C.) Filósofo griego.
La vida de Gorgias, nacido hacia 487 a.C. en Lentini, Sicilia (vivió 108 años
en perfecta salud física), estuvo marcada por fuertes alternancias de éxitos y
fracasos: viajó por toda Grecia ejercitando con gran éxito el arte retórico,
acumuló una ingente fortuna económica y dirigió la formación de numerosos
seguidores. Lo acompañó una merecida fama de dialéctico capaz de desarrollar
razonamientos aplastantes para sostener opiniones muy alejadas del buen sentido
y de los comunes valores; por ejemplo, que nada existe, su tesis más célebre, o
bien que Elena, la adúltera responsable de la guerra de Troya, no fue culpable.
Gorgias fue el más
admirado maestro de retórica de la antigua sofística. Los sofistas,
literalmente los sabios,
es el nombre que recibió un grupo de intelectuales que en la Atenas de mediados
del siglo V empezó a hacer del saber una profesión impartiendo, con gran
escándalo de los filósofos, lecciones de retórica y elocuencia a los jóvenes de
la clase dirigente que pretendían dedicarse a la carrera política. Dado que la
prestación de servicios pagados estaba mal considerada por los ciudadanos
atenienses de buena condición social, los sofistas fueron tratados con
desprecio por la élite intelectual.
El relativismo
cognoscitivo sostenido por los sofistas, según el cual no hay ninguna verdad
absoluta sino sólo un enfrentamiento entre opiniones diversas, acabó por
conceder una importancia extraordinaria a la retórica, el arte del discurso y
de la persuasión, la capacidad de vencer en la polémica más allá de la
intrínseca bondad de las propias razones. No hay que infravalorar la importancia
del movimiento sofista en la historia del pensamiento: fueron ellos los
primeros en situar los problemas del hombre en el centro de la reflexión
filosófica, anticipando la inminente revolución socrática.
El prestigio de Gorgias
como padre de la retórica se basaba en el hecho de que fue el primer teorizador
de las reglas del buen escritor que fue oído y seguido. Su fama llegó al máximo
cuando, enviado como embajador a Atenas por sus conciudadanos, para solicitar
ayuda contra Siracusa, conquistó a los habitantes de la capital cultural de la
Hélade, apasionados por sus bellos discursos, con su palabra elocuente y
persuasiva. Consiguió reunir tal fortuna con su enseñanza que se hizo levantar
en Delfos una estatua de oro macizo.
Como orador debe considerársele
fundador de la oratoria llamada "epidíctica". Los discursos que nos
han sido conservados son: un Epitafio,
un Olímpico, un Pítico, un Elogio de los eleáticos, todos
ellos en fragmentos. Nos queda, en cambio, el texto integro de los ejercicios
sofísticos, el Elogio de Elena y laApología de Palamedes. En
ellos, Gorgias hace ostentación de su habilidad dialéctica. Respecto a la
traición conyugal de Elena, que desencadenó la guerra de Troya, Gorgias
demuestra con una fuerte vena de ironía la no culpabilidad de la imputada,
argumentando que la mujer fue raptada contra su voluntad pero no con violencia,
sino a través del poder ejercido sobre ella por las palabras de su seductor. La
influencia de Gorgias sobre sus continuadores casi no tiene igual en la prosa
antigua. Su discípulo e imitador fue Isócrates, el gran orador ateniense del
siglo IV. Su propensión al estilo grandilocuente, adornado de expresiones
poéticas y de figuras retóricas, constituyó el primer ejemplo de prosa
artística.
Menor importancia tiene
Gorgias como filósofo. Escribió una obra titulada Sobre el no ser o sobre la
naturaleza, cuyo contenido doctrinal, basado en un escepticismo total, es
conocido por nosotros sobre todo por la exposición que de él hace el pequeño
tratado Sobre Melisso, Jenófanes
y Gorgias, falsamente atribuido a Aristóteles. Se trata, posiblemente, de
una obra en la que Gorgias no expresaba puntos de vista personales, sino que
polemizaba con los eleáticos y denunciaba las inevitables consecuencias
escépticas de esta filosofía.
PENSAMIENTO
CONOCIMIENTO,
SER, NATURALEZA:
Las tres tesis sostenidas
por Gorgias en Sobre el no ser
o sobre la naturaleza se
encuentran entre las más extremas de toda la entera tradición filosófica:
1) Nada existe
2) Si algo existiese, no podría ser conocido
3) si algo existiese y
pudiese ser conocido, no podría, en cualquier caso, ser comunicado.
Mucho se ha discutido
sobre cómo interpretar ideas tan alejadas del sentido común: ¿se trata de un
ejemplo de osadía retórica, una especie de broma dialéctica apta para
desconcertar al auditorio, o bien Gorgias quería realmente sostener este
radical escepticismo cultural, metafísico y gnoseológico, es decir, relativo a
la capacidad de pensar, conocer y comunicar.
Lo que desconcertaba a los
filósofos contemporáneos, y que Gorgias en realidad no se cuidaba de ocultar,
era que él no creía en las tesis que sostenía; por el contrario: ante una
simple petición era capaz de imaginar argumentos aptos para probar la tesis
contraria, transformando lo verdadero en falso y viceversa. Como decir que no
hay ninguna verdad absoluta e incontrovertible, sino sólo opiniones; no existe
ningún lógos, ninguna
explicación última e inopinable, sino sólo retórica: la persuasión, la
seducción intelectual. Todo ello, sin embargo, no implica para Gorgias el fin
de la filosofía: ésta sigue cumpliendo una importante función orientadora y
ayuda a los hombres a elegir las opiniones más útiles, más o menos adecuadas a
la situación real, ya que en un mundo dominado no por la razón sino por el
azar, es importante saber aprovechar la ocasión.
Respecto a la primera tesis: si algo, cualquier
cosa, fuese, existiera, debería ser eterno, o bien no serlo. Algo eterno carece
de principio; sin principio, algo es infinito y, por ello no está en ningún lugar
concreto, de lo que se deduce que no existe. Así, algo eterno y existente es
contradictorio. Pero, por otra parte, si algo no es eterno, debe haber empezado
a ser; sin embargo, para hacerlo, antes debe no ser, no existir, lo cual es
imposible dado que el no-ser no es nada. Según esto, no puede ser eterno ni
tampoco tiene origen alguno, con lo que no es. La conclusión es que el ser no
existe.
Acerca de la segunda tesis, Gorgias sostiene que la relación entre lo pensado y lo real resulta inadecuada. Parménides decía que no era posible pensar el no-ser. Es decir, lo no existente resulta imposible ser pensado. Pero si lo que no es no puede ser pensado, si sólo pensamos lo que de verdad es, no habría error, no nos equivocaríamos nunca al pensar, dado que siempre pensaríamos lo existente. Como es obvio que el error existe, significa pues que podemos pensar el no-ser. Esto nos lleva a afirmar que podemos pensar en ciertas cosas que no existen, y que hay cosas no existentes que pueden ser pensadas (es el caso, por ejemplo, de los seres míticos). Lo que Gorgias establece aquí es una separación radical, una escisión completa entre la existencia y el pensamiento; el ser es distinto al pensar. No obstante, si el ser es diferente al pensar, también es incognoscible, dado que implicaría que el pensar es, en realidad, un no-ser, resultando imposible descubrir el ser partiendo del no-ser. La conclusión es, pues, que si lo pensado no es existente, lo existente no puede ser pensado.
La tercera tesis es la más sencilla: el ser humano dispone de un instrumento de comunicación, la palabra, el lenguaje, con el que expresa la realidad. Pero no es la realidad misma, si es que ésta existe. Nuestra comunicación comparte palabras, no la esencia misma de lo existente. El lenguaje es defectuoso para expresarnos porque no refleja, en el hablante, nuestros estados de conciencia, y en el oyente, porque no incita en él esos mismos estados de conciencia, producto de la pluralidad de individuos. Esto causa que la relación palabra-cosa significada sea equívoca, y la comunicación humana no puede transmitir la realidad. Por ello, si el ser existiera, no podríamos comunicarlo y compartirlo con los demás.
No parece probable que Gorgias creyese de verdad en estas tesis, tan contrarias a nuestro sentido común, pese a su impecable desarrollo. Aunque puede aceptarse que su nihilismo y escepticismo eran sinceros, resulta más coherente suponer, si bien es sólo una suposición, que estas tres tesis constituyen en realidad una muestra del poder del lenguaje, la evidencia de que la retórica permite defender, con seguridad y coherencia, hasta las proposiciones más absurdas a priori.
Esto es lo que Gorgias trataba de enseñar, como buen sofista, a sus alumnos: quiso destacar el enorme poder de persuasión de la palabra, la capacidad de transformación del alma humana gracias al logos. Así, la verdad pasa a constituir, sólo, un parecer, una opinión personal. Aquel que domine la retórica, el arte de persuadir, logrará que su opinión triunfe sobre las de los demás hombres, y con ello, alcanzará el poder y la gloria.
El poder de la palabra queda reflejado en este corto texto de Gorgias, que ofrecemos a modo de conclusión:
"La palabra es una gran dominadora, que con un pequeñísimo y sumamente invisible cuerpo, cumple obras divinísimas, pues puede hacer cesar el temor y quitar los dolores, infundir la alegría e inspirar la piedad (...) La persuasión, unida a la palabra, impresiona al alma como ella quiere (...) Tal como los distintos remedios expelen del cuerpo de cada uno diferentes humores, y algunos hacen cesar el mal, otros la vida, así también, entre los discursos algunos afligen, y otros deleitan, otros espantan, otros excitan hasta el ardor a sus auditores, otros envenenan y fascinan el alma con convicciones malvadas".
Acerca de la segunda tesis, Gorgias sostiene que la relación entre lo pensado y lo real resulta inadecuada. Parménides decía que no era posible pensar el no-ser. Es decir, lo no existente resulta imposible ser pensado. Pero si lo que no es no puede ser pensado, si sólo pensamos lo que de verdad es, no habría error, no nos equivocaríamos nunca al pensar, dado que siempre pensaríamos lo existente. Como es obvio que el error existe, significa pues que podemos pensar el no-ser. Esto nos lleva a afirmar que podemos pensar en ciertas cosas que no existen, y que hay cosas no existentes que pueden ser pensadas (es el caso, por ejemplo, de los seres míticos). Lo que Gorgias establece aquí es una separación radical, una escisión completa entre la existencia y el pensamiento; el ser es distinto al pensar. No obstante, si el ser es diferente al pensar, también es incognoscible, dado que implicaría que el pensar es, en realidad, un no-ser, resultando imposible descubrir el ser partiendo del no-ser. La conclusión es, pues, que si lo pensado no es existente, lo existente no puede ser pensado.
La tercera tesis es la más sencilla: el ser humano dispone de un instrumento de comunicación, la palabra, el lenguaje, con el que expresa la realidad. Pero no es la realidad misma, si es que ésta existe. Nuestra comunicación comparte palabras, no la esencia misma de lo existente. El lenguaje es defectuoso para expresarnos porque no refleja, en el hablante, nuestros estados de conciencia, y en el oyente, porque no incita en él esos mismos estados de conciencia, producto de la pluralidad de individuos. Esto causa que la relación palabra-cosa significada sea equívoca, y la comunicación humana no puede transmitir la realidad. Por ello, si el ser existiera, no podríamos comunicarlo y compartirlo con los demás.
No parece probable que Gorgias creyese de verdad en estas tesis, tan contrarias a nuestro sentido común, pese a su impecable desarrollo. Aunque puede aceptarse que su nihilismo y escepticismo eran sinceros, resulta más coherente suponer, si bien es sólo una suposición, que estas tres tesis constituyen en realidad una muestra del poder del lenguaje, la evidencia de que la retórica permite defender, con seguridad y coherencia, hasta las proposiciones más absurdas a priori.
Esto es lo que Gorgias trataba de enseñar, como buen sofista, a sus alumnos: quiso destacar el enorme poder de persuasión de la palabra, la capacidad de transformación del alma humana gracias al logos. Así, la verdad pasa a constituir, sólo, un parecer, una opinión personal. Aquel que domine la retórica, el arte de persuadir, logrará que su opinión triunfe sobre las de los demás hombres, y con ello, alcanzará el poder y la gloria.
El poder de la palabra queda reflejado en este corto texto de Gorgias, que ofrecemos a modo de conclusión:
"La palabra es una gran dominadora, que con un pequeñísimo y sumamente invisible cuerpo, cumple obras divinísimas, pues puede hacer cesar el temor y quitar los dolores, infundir la alegría e inspirar la piedad (...) La persuasión, unida a la palabra, impresiona al alma como ella quiere (...) Tal como los distintos remedios expelen del cuerpo de cada uno diferentes humores, y algunos hacen cesar el mal, otros la vida, así también, entre los discursos algunos afligen, y otros deleitan, otros espantan, otros excitan hasta el ardor a sus auditores, otros envenenan y fascinan el alma con convicciones malvadas".
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