ANAXIMENES
En relación
con la vida y la obra de Anaxímenes se nos plantea la duda acerca de si la
tradición supo sobre este punto más cosas de la que nos cuenta Teofrasto, el
cual se limita a decir que fue discípulo de Anaximandro. En este contexto, los
datos transmitidos únicamente nos permiten saber que fue de Mileto y que tuvo
su acmé (período de mayor intensidad intelectual) durante la fecha de la toma
de Sardes, en el año 546, precisamente el año en que muere Tales. Se supone que
fue más joven que Anaximandro y que es difícil que su vida se prolongara muy
dentro del siglo V (Mileto será destruida en el año 494). Nada más sabemos de
la vida de Anaxímenes. Tampoco sobre sus actividades prácticas. Únicamente
sabemos, por los juicios transmitidos sobre su estilo literario, que escribió
un libro en dónde podía contrastarse su dicción simple y concisa con la
terminología un tanto poética de Anaximandro.
Nuestra
información sobre Anaxímenes depende casi totalmente de Teofrasto el cual,
según Diógenes Laercio, habría escrito una monografía sobre él. De Aristóteles
únicamente tenemos 3 citas que se refieren a Anaxímenes.
Para
Anaxímenes, el aire era la substancia básica y originaria del mundo. Ese aire
cambia por condensación y por rarefacción. Anaxímenes escogió el aire como
principio originario, (arjé) de donde procede todo, debido a que podía
convertirse en cualquiera de los otros elementos del mundo, como mar o tierra,
sin perder su propia naturaleza. Simplemente se condensaba o se rarificaba pero
conservando siempre su identidad. Con este planteamiento, Anaxímenes creía
resolver las objeciones que Anaximandro había hecho a Tales y que le había
impulsado a postular como principio originario a algo indefinido (lo ápeiron).
W. Capelle
afirma, en su Historia de la filosofía griega, que Anaxímenes representa un
paso atrás frente a Anaximandro al proponer como arjé a algo sensible (aire),
aunque, por otro lado, significa un progreso ya que, según este autor, con
Anaximandro la unidad de lo indefinido estaría en entredicho a partir de su
posición frente a la separación de los contrarios. Lo que sucede es que,
después de haber analizado el pensamiento de Anaximandro, la realidad parece
ser distinta: hemos visto, por un lado, que es muy posible que Anaximandro se
representara lo ápeiron (aún siendo indefinible) como una realidad sensible,
con lo que Anaxímenes no representaría un paso atrás frente a él; por otro
lado, la separación de los contrarios no surge a partir de lo indefinido mismo,
sino a partir de un vórtice que es realmente la causa de la aparición de los
elementos. De este modo, la unidad de lo apeiron parece quedar salvada. Por lo
tanto, Anaxímenes, tampoco representaría un paso adelante.
Ahora bien,
de lo que no hay duda, es que Anaxímenes se planteó el problema de la unidad
del Arjé. Observó que los cuerpos, al calentarse se dilatan, y, al enfriarse se
contraen. Ello le llevó a concluir que este par de opuestos no eran tal sino
una misma cualidad que se manifiesta distintamente según las condiciones. Pues
bien, estas observaciones le llevaron a pensar que el aire al dilatarse
(rarefacción) produce lo caliente (fuego) y al condensarse (condensación)
produce agua y tierra, y, todo, ello sin dejar de ser aire. De este modo creía
superar las críticas que Anaximandro había dirigido a Tales y, con ello, poder
proponer de nuevo como principio originario a uno de los cuatro elementos
visibles de la naturaleza.
PENSAMIENTO
PRINCIPIO DE LAS COSAS:
Se opone a Anaximandro y a Tales en cuanto a la
determinación del primer principio o "arjé" que Anaxímenes considera
ser el aire. Probablemente haya tomado esta elección a partir de la
experiencia, influyendo la observación de los seres vivos y la importancia del
fenómeno de la respiración; en cuanto toma como "arjé" un elemento
particular, su pensamiento supone un retroceso con respecto a Anaximandro; pero
Anaxímenes nos ofrece un mecanismo de explicación de la generación de las cosas
a partir de otro elemento distinto de ellas: ese mecanismo de generación se
apoya en las nociones de "condensación" y "rarefacción".
Por condensación del aire, dice Anaxímenes, se forman las nubes; si las nubes
se condensan se forma el agua; la condensación del agua de lugar a la
constitución del hielo, de la tierra; y la condensación de la tierra da lugar a
la constitución de las piedras y los minerales; el proceso inverso lo
representa la rarefacción: piedra, tierra, agua, nubes, aire y, por último la
rarefacción del aire produciría el fuego.
En terminología moderna podemos decir que Anaxímenes
está intentando basar la explicación de lo cualitativo en lo cuantitativo;
encontramos en él, por lo tanto, un intento de explicar el mecanismo de
transformación de unos elementos en otros, del que no disponían Tales ni
Anaximandro. Al igual que ellos insiste, sin embargo, en afirmar una causa
material como principio del mundo y, por lo tanto, en tratar de llevar a la
unidad la diversidad de la realidad observable.
COSMOGONIA DE ANAXIMENES:
La concepción
de Anaxímenes, sobre la formación del mundo, podría resumirse del modo
siguiente: Explica la formación del mundo, claro está, a partir de la
existencia del aire indiferenciado.
La tierra (de
la que hablaremos en la cosmología) nace de la condensación de una parte del
aire primigenio indefinidamente extenso. No sugiere ninguna razón que explique
esa condensación inicial, salvo, tal vez, la del movimiento eterno que
expresaría la capacidad de la materia substancial originaria y divina de
iniciar un cambio allí donde quisiera.
Por su parte
los cuerpos celestes nacen, en cierto sentido, a partir de la tierra, en tanto
en cuanto proceden del vapor húmedo exhalado o que se evapora de ella (de sus
partes húmedas). Al rarificarse se convierte en fuego, del que están compuestos
los cuerpos celestes.
COSMOLOGÍA DE ANAXÍMENES:
Sus ideas
sobre la estructura del mundo podrían resumirse, también, del modo siguiente:
Anaxímenes
pensaba que la tierra era ancha, plana y poco profunda - semejante a una mesa -
y que estaba sostenida sobre el aire, al modo en que las hojas flotan sobre tal
aire. Esta idea era una adaptación a la
teoría de Tales de que la tierra flotaba sobre el agua. Aristóteles sugiere que
la causa que explica que el aire pudiera actuar como soporte residiría en el el
aire, situado bajo la tierra, estaría comprimido y no podría escaparse. Pero no
parece ser esta la idea de Anaxímenes para el cual el aire circundante era
absolutamente ilimitado, lo que parece implicar que si sostenía la tierra ello
se debía a su indefinida profundidad. No hay que olvidar que Teofrasto utiliza
el término epojeiszai: cabalga sobre el aire. Al mismo tiempo la tierra estaría
en reposo porque el aire lo cubre como una tapadera. Esta expresión es una
modificación de la referencia platónica en el Fedón en donde un físico anónimo
afirma que puso como soporte la tierra, semejante a una artesa, el aire debajo
de ella.
Los cuerpos
celestes surgirían a partir del vapor que procedía de la tierra el cual
acabaría por convertirse en fuego por un proceso de rarefacción. Al igual que
la tierra, cabalgan sobre el aire. Sin embargo, puesto que los cuerpos celestes
se componen de fuego, y éste es más difuso que el aire, existe una dificultad
que no parece haber tenido en cuenta Anaxímenes, cuando hace descansar a tales
cuerpos, formados de fuego, sobre el aire.
Los movimientos
del sol y de los cuerpos celestes se deben a los vientos (aire ligeramente
condensado). Sin embargo, cuando afirma que los astro (que podrían significar,
o bien todos los cuerpos celestes, las estrellas fijas y los planetas, o
solamente estrellas fijas) están prendidos, como si fueran clavos, de la
superficie externa y cristalina de los cielos, y no flotan libremente; es
evidente que esta concepción únicamente podría aplicarse a las estrellas fijas
ya que el concepto de una superficie sólida externa de los cielos, es algo
ajeno a su cosmología. Aecio afirma que Empédocles decía que las estrellas
fijas estaban atadas al cristalino cielo, mientras que los planetas estaban
libres. Es muy posible que esta concepción (propia de Empédocles) fuera transmitida
erróneamente a Anaxímenes. Esta suposición se vería refrendada por algunos
textos, en donde se hace referencia a que el sol es plano como una hoja y, por
lo tanto, flotante y no clavado al cristalino cielo.
Además, según
Anaxímenes, los cuerpos celestes no pasarían por debajo de la tierra (como
sucedía en las imágenes pre filosóficas del cosmos, en donde, el sol, al menos,
flotaba en torno al río océano en dirección norte) sino que se mueven a su
alrededor, como un gorro de fieltro que gira alrededor de nuestra cabeza.
Anaxímenes
pareció defender también la imagen ingenua de que son las partes más altas de
la tierra las que nos ocultan el sol. Y es que si el sol no pasa por debajo de
la tierra, como parece que defendía,
entonces se hacía necesario explicar porque no es visible por la noche.
Ahora bien,
¿a qué se refiere cuando habla de las partes más altas? ¿a las montañas del
norte, las míticas montañas ripeas o la inclinación de la tierra sobre su eje horizontal? Esta última
es la explicación de Anaxágoras, Leucipo o Diógenes, influenciados por la
cosmología de Anaxímenes. Partiendo de esta teoría, el sol las estrellas
girarían sobre la semiesfera pasando por el borde norte superior de la tierra,
pero no por debajo de su eje horizontal. No parece ser este el pensamiento de
Anaxímenes. Aristóteles sostiene que muchos de los astrónomos antiguos
sostuvieron la teoría de las partes más altas, y que relacionaban estas partes
más altas con la elevación de la tierra por el norte, con lo que se estarían refiriendo
a las cadenas montañosas de dicha zona. En resumidas cuentas, en este punto,
Anaxímenes, parece que aceptó la concepción ingenua del mundo purificándola
únicamente en sus detalles mitológicos más obvios como era la del cuenco dorado
del sol.
Existen
textos que nos transmiten la idea de que Anaxímenes postuló la existencia de
cuerpos celestes invisibles para explicar los eclipses. Por su parte, Diógenes
de Apolonia postuló también la existencia de dichos cuerpos para explicar la
existencia de meteoritos como el caído en Egospótamo en el 467 a de Cristo. Es
muy posible que la confusión proceda de aquí, aunque lo cierto es que Diógenes
no se refiere a los eclipses sino a los meteoritos.
En relación
con los fenómenos meteorológicos, Anaxímenes, afirma, del mismo modo que
Anaximandro, que los truenos y relámpagos tienen su origen en el viento. Las
nubes, la lluvia y el granizo se deberían a la condensación de aire.
Aristóteles nos describe detalladamente cómo Anaxímenes explicaba el origen de
los terremotos y en donde, curiosamente, el aire no desempeñaba función alguna.
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